Otras excepciones se dieron en algunas sociedades poligámicas que consideraron que las mujeres del harén podían entretenerse entre sí con juegos sexuales pero cuya única finalidad era el estar “mejor” preparadas. Al igual que en la Antigua Roma, en la cual incluso se promovía el sexo entre mujeres adolescentes para que fueran aprendiendo a conocer sus cuerpos y prepararse para el matrimonio heterosexual.
Sin embargo todas estas prácticas son vistas como si no tuviesen trascendencia, o como si no dejasen huellas en la identidad sexual femenina que finalmente deberá inclinarse por la atracción hacia el sexo opuesto. Además claro, existe el concepto que el sexo es sólo válido cuando incluye la penetración masculina.
Por otro lado, para los valores judeo-cristianos la homosexualidad de ambos sexos es considerada simplemente como “anti-natura”. El igual que cualquier disfrute asociado al cuerpo y al erotismo, salvo que el objetivo sea la reproducción.
Y bueno, con este tipo de pensamiento es inevitable que surja en las sociedades la discriminación y el considerar a quienes se atreven a vivir sus vidas con alegría, como ciudadanos de segunda clase.
Sucede también que las mujeres sufren de una doble discriminación: primero, claro, son mujeres y todo el rol que ello conlleva y que se asigna inevitablemente como madres, hijas, amas de casas o simplemente “servidoras” de un mundo masculinizado. Y segundo, son homosexuales.
Sin embargo, tanto la Asociación Psiquiátrica Americana y la Asociación Psicológica Americana, afirmaron en 1972 y 1973 que los homosexuales (hombres o mujeres) no son personas enfermas y sólo manifiestan su orientación sexual. Y eso hace más de 30 años ya, que hace tan increíble que siga la gente discriminando a quienes "parecen" ser diferentes.
Mi libertad termina cuando empieza la del otro, por tanto nadie debería sentirse con la “libertad” de juzgar a quien decide disfrutar de su sexualidad y su cuerpo.