domingo, 11 de mayo de 2008

La dama en la ventana

Sonaba esa canción en la radio y ella miraba el amanecer. Observaba la calle expectante pero Santiago no despertaba aún. Quedaban sólo tres opciones en el tendedero: usar el teléfono, mirar televisión o simplemente recordar. Ante sus ojos ella no era ni obvia ni cómoda así que obviamente optaría por ponerse a recordar.
Fue hace tanto tiempo atrás que su recuerdo era como una fotografía. Fue un verano, la temperatura era la adecuada y la locación fue casi idílica. Los viajes al campo solían ser tediosos, predecibles y aburridos hasta que vio sus pies descalzos sobre el pasto, la miro y solo se sintió observada, inmediatamente un cosquilleo invadió sus manos quizás eran las ganas locas de poder darle un abrazo, se saludaron irónicamente con un beso en la mejilla y sonriendo le dijo, ¿cuál es tu nombre?

Y así el tiempo pasaba y ante ella la ciudad comenzaba a funcionar. Tantas veces la miró entrando por esa calle pero sólo puede recordar la última vez que la vio irse, el idílico paisaje fue remplazado por la ciudad, la juventud por años, los días por historias y la amistad por amor.
Pasó el tiempo, una tarde quedaron de juntarse en un parque, ella acostumbraba llegar temprano así que se sentó en una banca a fumar algo, recordó haber escuchado la frase: sin sacrificio no hay victoria de alguna película barata de la tienda de videos, mientras observaba unos niños que jugaban en el parque, inmediatamente posó las manos en su abdomen y haciendo una mueca miró hacia el cielo…

Y sí, los días corren y una mujer siempre es una mujer. El problema frontal y directo es que ama a otra mujer y se encierra en una realidad paralela, una verdad oculta, un mundo lleno de conflictos y expectativas, una realidad que sólo se puede olvidar al verse la una a la otra, y el parque es el escenario…
Debo contarte algo… la desesperación la invadió, tomó sus manos y sin importarle nada la beso y la abrazó… sus padres lo saben y harán de todo para terminar con esta “aberración”, ¿pero es que a caso puede coartarse el amor? ¿Es posible en alguna medida juzgar la forma de amar?

Y Ella aquí, mirando el atardecer. Recordar a veces es crudo, pensó mientras una lágrima caía entre la ranura de sus labios, pero que en su sutil cosquilleo volvió a hacerla reír. Mirando el profundo esplendor del morir de la tarde llegaron recuerdos perdidos en la estación del tren…
La memoria se comportó de manera tácita e irrefutable. Ella se perdía apoyada en el barandal del tren mientras sus ojos y mente divagaban en la perfecta silueta, entre las sombras y el contorno del desnudo torso de su amada, o al menos eso comunicaba la coqueta y perdida sonrisa que esbozaba. De pronto se percató de que no se encontraba sola, a pesar de que el vagón estaba lleno solo sentía una presencia, su mirada cómplice la envolvía, era como hablar el mismo idioma sólo que no era necesaria palabra algún. Una chica de ojos cálidos dirigía su vista de forma directa, de alguna manera logró colarse en su pecaminosa imaginación y al detenerse el tren huyó despavorida ya que amar a una mujer significaba amar a una mujer y sólo se miraron por última vez en el relampagueante y ruidoso chirrido del tren subterráneo. Optó por olvidar, optó por amar aunque sanamente su ego susurraba palabras de aliento las que sólo se callarían al tener entre sus brazos a la mujer de su vida…

La noche es lúgubre, los recuerdos se agotan y sólo invadían su cabeza las incontables historias de bar. Compartieron tanto que en sí, la memoria es desgarradora; las noches de copas, los recuerdos a medias, la pasión, la risa, la libertad que la oscuridad propina es abrumadora. Aún le duelen los pies de tanto que bailó, aún molestan las mejillas de tanto gritar, aún arde el corazón de tanto amar. Y por un segundo esa noche decidió dejar de lado los recuerdos, pidió al horizonte llevarlos lejos y llamó al olvido para tratar de volver a ser feliz y fue en ese momento que volvió a mirar a Santiago. Lo vio vivo, en pleno apogeo nocturno y a pesar que sus calles rebosantes del jolgorio se mostraban llenas… sólo podía mirar a una sola persona. Es ella, pensó mientras su pálpito no le permitía expresar palabra alguna, corrió a la entrada, esa misma que hace algunas horas era la salida. Mientras corría solo pedía jamás olvidar y aquí juntas nuevamente se miraron por un segundo, un eterno y pausado segundo e irónicamente se saludaron con un beso en la mejilla y sonriendo ella le dijo “¿cuál es tu nombre?” A lo que sólo pudo contestarle, “el que tú quieras mi amor”.
- Seba (texto original)

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